La modistilla
Todo comenzó con un traje a medida y el empeño de mamá de disfrazarme de " dandy " para la boda de mi hermano.
En la trastienda de aquel taller de vanidades, semioculta tras una
" singer", estabas tu artesana de
la aguja.
Me tomaste medidas.
La tartamudez atropelló al habla.
Días después deslice una nota en el bolsillo de tu delantal. Obtuve un sí.
Arrumacos furtivos en un cine de la calle Callao.
Nos casamos en dos años.
Cosías sueños antes, botones y dobladillos para mí. Dulce cortejo al inicio, apetito violento tras la alcoba, nuestros mensajes en clave, domingos de misa con un ateo confeso, crítico de curas y beatas.
Enfermé de tuberculosis, abandoné la mina. De día andabas entregada a mil quehaceres ; de noche ejercías de abnegada enfermera.
Un día llego la metamorfosis
Cambió mi humor contigo.
El tipo que era se asoció con otros,
el ingrato que nunca dijo " Gracias" y estrelló las fabes contra el suelo, que rompió en pedacitos la fotografía de las modistillas, el embustero que ensució
tu nombre o el dictador que alargó centímetros de faldas, cerró escotes y recortó tu libertad.
A intervalos, la tregua, períodos de luz, mi arrepentimiento, tus lágrimas a solas, pedir consejo al padre Fermín ; mediador entre mi conciencia tu y yo.
Y otra vez reincidente el inseguro que buscó engaños entre ligas, fajas y sostenes, el sádico que quemó con el cigarro cada relieve tuyo o el canalla que te tatuó de cardenales.
Matame de amor - suplicabas al filo del éxtasis. Y te hice caso.
Hoy, aquel niño abraza tu cuerpo frío. Todo por aquel traje que nunca me cayó bien, que sólo usé una vez.
Perdóname ángel.
Tuyo siempre.
Sebastian
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