Intrusa

Cae  la noche sobre Burgos.
Desde mi ventana no distingo ya el huerto que domina el territorio del Monasterio de Las Huelgas.
No sé que me trajo hasta acá pero el malestar que portaba conmigo no me ha acosado desde mi llegada.
Espero que se desvanezca como una espesa niebla que da paso a un radiente  sol.
Tal vez este silencio no sea tan terrible después de todo.

Es extraño, estoy rodeada de gente con un fin , vivir de puertas adentro su íntima convivencia con Dios pero en mi caso soy una espectadora , una intrusa en este lugar de recogimiento donde soy ajena a todo lo que veo.
Siento que el Señor al que estas monjas sirven  es contrario  a  mi credo.
Me resulta  un símbolo , un Dios  sombrío clavado en una cruz , perpetuo por obra de otros.

Y sin embargo dentro de toda esta liturgia, descubro entre tanta  veteranía, tres flores venidas del otro lado del charco. Su tez morena y cabello sin cubrir las delatan.
La última de la fila, a mi derecha,
dieciocho añitos,  dedica una traviesa sonrisa a la hermana de origen que tiene enfrente, algo más espigada quien la devuelve otra más breve ( secreto jocoso entre ambas ) ; segundos  antes de volver a adoptar el pose solemne que no abandonaran hasta el final .
La  espió  de reojo , levantando a ratos la vista del libro de canto.
Es voluptuosa a pesar del hábito impoluto y lleva una cola de caballo. No puedo dejar de mirarla , me pregunto si puede existir eso que definen como " La llamada " y en que consiste. La imaginó humilde, una colegiala con su carpeta decorada de sus ídolos , Maluma o Nicky Jam, embutida en unos jeans tres tallas menos , ignorando la carne sobrante y cantando " felices los cuatro ", muy suelta de caderas; frotándose contra su comadre.
Sin embargo, a pesar de esta tonadilla lineal  que trata de una posible redención, canta con los ojos cerrados , extasiada, muy seria y tan para adentro.

Las monjas cistercienses elevan su voz al Señor e inclinándose con la mirada fija en el suelo frente al altar, se retiran una a  una  del lugar sumidas en el silencio.  La joroba de Sor Ines es seguida por nosotros ; agraciados de tal convivencia y a la salida de la capilla " el ángel " vestido de novicia nos rocía con agua bendita, me inclino frente a ella, nuestras miradas se encuentran.  Ella sonríe.

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