Obit
Otra vez más la misma pesadilla.
Sin entender como fue a parar a aquella sala cúbica, empapelada de pantallas centralizadas por un ordenador gigante ni que pintaba acostado en una camilla, desnudo, sujeto al monitor por cables; la mayoría conectados al cerebro.
Podía notar la presión sanguínea, vertiginosa por las arterias; vaciándose. Intentó liberarse, soltar algún cable pero a cambio recibía dolorosas descargas. No supo calcular la duración del proceso ni precisar el límite entre ficción y realidad. El amanecer lo despertó borrándolo todo. Lo único claro es que perdía en ingenio. Todo lo que le condujo a contactar con los obit.
¿Como suponer que tales seres afables ocultaban siniestras intenciones?. Sucedió que su planeta, sufrió un terremoto de categoría nueve que destruyó muchas reservas de energía; recargas necesarias para su supervivencia. Esto afectó a algunos, cubiertos de plata resplandeciente, ahora enfermos de piel ceniza; forzados a abastecerse de otras especies. Por ello, se enfrentó a una encrucijada: resignarse a perder capacidades o convertirse en obit para recuperarlas. Y decidió esto último. De madrugada mientras se detenía la actividad, depositó sobre la cama un sobre y abandonó la tierra.
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