En tierra de nadie

La infancia y la vejez se parecen. En ambos casos, por motivos diferentes, somos más bien inermes, todavía no participamos o ya participamos  en la vida adulta y eso nos permite vivir una sensibilidad sin esquemas, abierta. 
Es durante la adolescencia cuando empieza a formarse alrededor nuestro cuerpo una coraza invisible. Se forma durante la adolescencia y sigue aumentando a lo largo de toda la edad adulta. El proceso de crecimiento se parece un poco  al de las perlas, cuanto más grande y profunda es la herida, más fuerte es la coraza que se le desarrolla alrededor.
Al principio, no te das cuenta de nada, estás convencida de que la coraza todavía te envuelve por completo, hasta que un día, de pronto ante una cuestión estúpida y sin saber porqué vuelves a encontrarte llorando como un niño.

Medito sesudamente acerca de ello.  Acaso poseo también esa costra? Pregunta sin respuesta 
Otro interrogante. Es congénita la infelicidad femenina?.
Repaso el pasado servicial de mi madre, la madre de mi madre
y la madre de la madre de mi madre Una larga cadena consagrada al cuidado de los cachorros, el mantenimiento del hogar y los deberes conyugales.
Ama de cría, sirvienta, puta cuando se la requiere, sumisa colaboradora para perpetuar la especie en última instancia, ellas, siempre al borde de la condición humana. De repente, la cabeza se rinde,  acomodada entre los brazos, el libro acaba en el suelo, escapa un suspiro y la vejiga floja, me hace correr hacia el baño. Sentada en la taza , en tanto, me desahogo, observó la ausencia del miembro masculino entre mis muslos. Repican en mis oídos, la lluvia de calificativos conque me bautizan mis compañeros de futbito a la vez que me soban de arriba a abajo.
Afrodita !  _ exclama uno.
Semental ! _ puntualiza otro.
Nenaza ! sin polla, tetas, ni coño_ añade un tercero provocando la propagación de la mofa.
Cuando terminó, frente al espejo encuentro un ser de piel delicada, lampiño,los pelos del sobaco como único signo del cambio hormonal. Retiro con sumo cuidado la venda que oprime y oculta las mamas, apenas un vago repunte bajo la holgada sudadera. Una silenciosa lágrima humedece las mejillas.



 


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