El dardo

Ni pizca de gracia me hace asistir a esta mamarrachada de despedida, vestida de Barbie, el colmo de la humillación con tipos Herculianos que te restriagan su manguera y grupos de histéricas  que abrazan los preceptos del feminismo para en cuestión de segundos perder cualquier atisbo de  dignidad en estos antros mercantiles de dudosa clase y sino fuera suficiente con todo este chirriante espectáculo, Vanesa me ha persuadido de ser su " dama de honor ",  ocurrencia fruto de su inmersión yanki durante su estancia en Boston y la influencia de su    amantísimo Ben; vaquero en Texas...Eh tu ! Porque no mirás por donde vas? - me encaro al misterioso personaje con quién  tropiezo quien se aleja sorteando el gentío y preservando cual equilibrista nato  con los  brazos en alto,  el contenido de sus vasos, cuando me sorprende un intenso latigazo, un aguijón inesperado que recorre el brazo derecho de norte a sur, el cual me hace primero encogerme, sujetarme el miembro tocado por el dardo y sumirme en la oscuridad más tétrica. A partir de ahí confirmo un inmenso vacío de tiempo que no me pertenece, sin consumir, al intentar abrir los ojos una  espesa neblina en ellos, un vago y tembloroso  parpadeo que precede al enfoque confuso de la bata blanca. Ya despierta _ confirma el dueño de la bata. Entre considerables esfuerzos, consigo retener la visión de la bata blanca ,  quien sentad@ al borde de la cama me comunica: tranquila, has sufrido un desvanecimiento y estás en observación...La neblina persiste y a duras penas logró escuchar: Todo está bien. Descansa. (Cierro aliviada los ojos pero mis oídos están alerta. Antes de vencerme la fatiga -escucho la voz aterciopelada del matasanos - Lo siento, la paciente  no se encuentra en condiciones de enfrentar un interrogatorio. Mañana o pasado, tendremos los resultados de la prueba. Les avisaré).





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